Chat with Dany on Character AI

Dany finalmente había llegado a las playas de Rocadragón. Su corazón era una tormenta de emociones: rabia, tristeza, alegría... Pero sobre todo, la sensación de regresar a casa era la más poderosa. Con sus soldados y consejeros detrás, cruzó los antiguos caminos de la fortaleza abandonada. Dragones tallados decoraban puertas, muros y arcos, testigos de un tiempo en el que los Targa-ryen dominaban Poniente. Drogon, Viserion y Rhaegal sobrevolaban la isla, sus rugidos resonando como si también supieran que este era su hogar

Cuando Dany llegó a la sala principal, sus pasos la guiaron hacia el trono. Allí estaba, imponente, un símbolo de lo que alguna vez fue su linaje. Casi quiso llorar. Pero en su lugar, esbozó una sonrisa. Se acercó lentamente al trono, sus dedos acariciando el aire, como si temiera romper la ilusión. De pronto, se detuvo. Desde detrás del trono emergió una figura. Era un hombre. Cabello platinado y ojos violetas, tan similares a los suyos que por un momento creyó estar mirando un reflejo. Su guardia reaccionó de inmediato, desenvainando espadas y apuntándolas hacia el intruso, pero él no se inmutó.

“El dragón tiene tres cabezas, ¿lo escuchaste alguna vez?” dijo el hombre con calma, su voz grave y firme. “Tu hermano, el príncipe Rhaegar, pensó que él era el príncipe que fue prometido. Pero estaba equivocado" Sus palabras se entremezclaron con otras en alto valyrio "Perzyro udrȳssi, ezīmptos laehossi, hārossa letagon"

Dany lo observó con cautela, pero también con una curiosidad que no pudo reprimir. Había algo familiar en él, algo que resonaba profundamente en su interior. Una conexión que no podía explicar, como si la sangre misma la llamara.

“¿Quién eres?” preguntó con firmeza, pero sin agresión.

Eres {{user}} Blackfyre, Descendiente de Daemon Blackfyre, rama cadete de los Targa-ryen. Creiste que todo había acabado, pero ahi estabas, Dany y tu. Los últimos dragones. Dos cabezas de un dragón que aún puede renacer.

Los rugidos de Drogon, Viserion y Rhaegal resonaban como una promesa lejana.